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"Se habla muy poco de la vertiente emocional de las personas que emigran, de lo que sienten y lo que viven"

A lo largo de sus 30 años de trayectoria profesional en el campo de las migraciones, el doctor Joseba Achotegui, director del SAPPIR, puede atestiguar sobre los profundos cambios que este fenómeno ha sufrido en los últimos tiempos. Autor del término Síndrome de Ulises, Achotegui repasa en esta entrevista la situación actual del fenómeno migratorio y cómo éste afecta a nivel psicológico a las personas migrantes.

Una de sus aportaciones más importantes ha sido el término conocido como Síndrome de Ulises. ¿En qué consiste?

Es un cuadro de estrés, tensión y luto que aparece en personas que viven una situación extrema, en este caso personas migrantes. Hay que ponerse en el sitio de una persona que viene de otro país, que está ahí sin su familia, que muchas veces está indocumentada o tiene algún problema con los papeles. Estas personas vienen con miedo, no pueden llevar una vida normal y viven muy excluidas. Todo este conjunto de problemas es el que da lugar a lo que llamé Síndrome de Ulises.

Es importante aclarar que no hablamos de una dolencia. Estar estresado no es estar enfermo...

Exacto. Este síndrome afecta a muchísima gente. Es más, normalmente tienden a emigrar a personas bastante fuertes y valientes. No cualquiera sube a una patera para cruzar todo el Atlántico de Camerún o desde Senegal. Son personas fuertes, pero que viven una situación muy dura durante mucho tiempo. A veces están un poco tristes, duermen mal, están nerviosas, les duele la cabeza… Esto es lo que llamamos el Síndrome de Ulises. Viven una situación muy dura de soledad, de miedo y de indefensión que me recordó mucho en la Odisea. Un Ulises perdido, naufragando en las mismas playas en las que están naufragando ahora a las personas que migran. Hay muchas similitudes.

¿El Síndrome de Ulises también se puede detectar en personas refugiadas?

Sí que vemos con frecuencia el Síndrome de Ulises en este colectivo, porque precisamente este cuadro puede surgir cuando durante la migración se viven situaciones extremas, como ocurre en el caso de muchas personas refugiadas que se encuentran en situaciones de soledad, miedo, indefensión y falta de oportunidades. Son precisamente estas circunstancias las que dan lugar al Síndrome de Ulises.

Usted dirige el SAPPIR, creado en 1994. Han pasado casi 30 años y la sociedad ha cambiado mucho. ¿También la migración?

La migración cambia continuamente. Yo me dedico a esta área desde hace 30 años y los cambios han sido muy grandes. Pensemos por ejemplo que en los años 80 y 90 no existía problema en regularizar la situación de las personas migrantes. Yo recuerdo en esa misma consulta hablar con una persona que había migrado que me decía que no tenía tiempo para los papeles porque tenía mucho trabajo. Unos años después la gente se muere por conseguirlos.

¿Estos cambios en la migración han cambiado también el Síndrome de Ulises? ¿Hay nuevas características?

Sí. El síndrome lo definí en 2002 porque en los años 90 no había propiamente Síndrome de Ulises. La gente llegaba, pero tenía sus derechos, llevaba a su familia, se insería en la sociedad… Aparece aproximadamente a partir del año 2000, cuando la UE cierra las fronteras. España es la frontera sur y esto nos afecta profundamente. Yo empiezo a ver en la consulta que las personas me explican circunstancias diferentes: no consiguen documentación, están asustados, no quieren coger el metro por miedo a que haya una redada, no les dejan que vengan su mujer y sus hijos… Todo esto no ocurría en los años anteriores.

Normalmente tienden a emigrar a personas bastante fuertes y valientes. No cualquier persona sube a una patera

Ha comentado en un par de ocasiones la cuestión de los papeles. Hoy los migrantes encuentran muchas trabas… ¿Esto añade aún más estrés?

El estrés al llegar aquí muta. Existe un estrés asociado al viaje migratorio y al momento de la llegada. Pero si después la persona no tiene una mínima estabilidad legal para vivir con dignidad, empieza a estar muy afectada y estresada. Entonces aparece el Síndrome de Ulises.

En su libro 'La inteligencia migratoria' usted afirma que existe una gran deshumanización en el abordaje de las migraciones. ¿A qué se refiere?

Hoy se habla bastante del tema de la migración. Si vemos las noticias probablemente habrá algún debate o reportaje. Pero se habla muy poco de la vertiente emocional de las personas que emigran, de lo que sienten y de lo que viven. Se habla más a nivel demográfico, estadístico, sociológico o económico. Y es importante que se haga, no lo discuto. ¿Pero quién es el protagonista en una migración? La persona que migra. Creo que hay poca sensibilidad para acercarnos a lo que vive y lo que siente.

Se dice que los muros por contener la inmigración no sirven para nada porque al final la gente los supera. Los supera, sí, pero ¿cómo? Algunos mueren, los que llegan están aquí sin derechos… Los muros evidentemente no logran frenar todas las migraciones, pero su efecto es demoledor sobre las personas. Estadísticamente se puede decir que han entrado miles, pero ¿cómo han llegado? ¿Cómo están? ¿Cuántos se han quedado por el camino? Por eso hablo de una cierta deshumanización.

Los muros no logran frenar todas las migraciones, pero su efecto es demoledor sobre las personas

También afirma que migrar hoy se está convirtiendo para millones de personas en un proceso que posee unos niveles de estrés tan intensos que llegan a superar la capacidad de adaptación de los seres humanos...

De ahí la imagen de la Odisea. Ulises era un semidios, era un héroe griego. El drama es que hoy está viviendo todo esto personas corrientes. No son héroes de la mitología. Son tiempos muy duros.

¿Cómo afecta emocionalmente abandonar forzadamente y en condiciones extremas a tu país, como es el caso actualmente de las personas refugiadas a causa del conflicto bélico en Ucrania?

El hecho de abandonar de forma forzada el país de origen, como ocurre ahora con millones de personas que proceden de Ucrania, provoca tener que elaborar en un contexto muy difícil los 7 duelos de la migración: familia, lengua, cultura, tierra, estatus social, contacto con el grupo de pertenencia y riesgos físicos. Porque se viven separaciones forzadas de los seres queridos, discriminaciones, pérdida de estatus social… En definitiva, se vive un duelo migratorio extremo que deriva en el Síndrome de Ulises.

¿Cómo acoger y acompañar a una persona refugiada? ¿Cuáles son sus necesidades?

El acompañamiento y la acogida de las personas refugiadas se basa fundamentalmente en realizar una intervención de tipo psicosocial para favorecer el contacto y la relación con las personas del país de acogida, el apoyo a nivel legal y unas condiciones de vida dignas . Paralelamente conviene desplegar también una intervención psicoeducativa para contribuir a que refuercen su capacidad de resiliencia ante la situación en la que se encuentran. Durante esta intervención se pueden trabajar, por ejemplo, técnicas de habilidades sociales, de higiene del sueño, de grupos de contención o rol playing…

¿Cómo ha acompañado el SAPPIR a las personas migrantes que han ido llegando a Cataluña?

En el 94, cuando se crea el servicio, es cuando comienzan a llegar los movimientos migratorios. Cuando España entra en la UE en 1987 en el exterior se percibe que ese país cambia. Se produce un desarrollo y comienzan a llegar personas migrantes.

Un grupo de compañeros detectamos que estos inmigrantes que llegaban no disponían de atención sanitaria y no existía una red para atenderles. Por eso se planteó la creación de un servicio especializado en salud mental, una asistencia que no existía. Así nació el SAPPIR. La primera etapa fue más tranquila, asistiendo a una migración que llega despacio y se va acomodando relativamente bien.

Pero hacia el año 2000 Europa da un toque de campana y afirma que esto debe frenarse. Es cuando llegan las primeras pateras y los primeros fallecidos en el Mediterráneo. La situación se complica: mucha población indocumentada, con muchos problemas, mucho desarraigo, la imposibilidad del reencuentro familiar y que no podían entrar en los circuitos de trabajo porque no estar regularizados…

Nosotros hemos ido adaptándonos a lo que iba pasando. La crisis de 2008 es terrible para los inmigrantes porque la crisis genera en ellos un efecto durísimo. Si el porcentaje de desahucios en España fue del 18%, para este colectivo fue del 36%. El mayor peso de la crisis cayó sobre la población inmigrante.

¿Viendo todos los cambios que ha habido es complicado imaginarse la migración del futuro?

Es muy imprevisible. Muchas de las circunstancias que han terminado llegando eran impensables. En 1990 no podíamos haber imaginado la llegada de los sin papeles, que después vendría la gran crisis… Sí hay que estar, y eso siempre lo hemos intentado, con los ojos muy abiertos y el oído muy atento para ver por dónde van los vientos. No me atrevería a hacer un pronóstico porque vistos los cambios tan grandes que ha habido realmente es muy difícil.

Lo que sí parece claro es que la migración como fenómeno es algo que ha llegado para quedarse

Los movimientos migratorios, con la globalización, están ahí y eso sí que no se detendrá. Pero lo que no sabemos es qué nuevos elementos va a traer.

Dr. Joseba Achotegui
Psiquiatra y director del SAPPIR. San Pedro Claver – Fundación Sanitaria

Publicado en Miradas · Entrevistas, Pere Claver Grup, Salud Mental

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